Desde esta revista se ha intentado, en números anteriores y sin alarmismo, dar una visión panorámica de la situación de los Servicios de Bomberos en España. Este análisis ha sido realizado desde el punto de vista estrictamente profesional y con los datos que se han proporcionado de cada una de las provincias y localidades que cuentan con Cuerpos de Bomberos.
En el fin de segundo milenio, en el decenio de la mitigación de las catástrofes, veinte provincias de España aún no tienen un Servicio de Bomberos que atienda las incidencias que acontecen en su territorio. Hablamos del 112 y su instalación como teléfono único de atención a las emergencias en toda la Comunidad Europea, hablamos de nuevas tecnologías en la detección y la extinción de incendios, pero en muchos pueblos españoles el sistema de llamada sigue siendo la campana de la iglesia o del ayuntamiento. Los bomberos y sus camiones, también siguen siendo los vecinos del pueblo y sus cubos de agua.
¿Es que no interesan los bomberos? ¿Es que no son necesarios?
Maslow (pedagogo) definía la seguridad como el primer estadio de la pirámide de las necesidades básicas humanas. En este conjunto llamado seguridad, los bomberos están llamados a representar el papel más importante y crucial: el de salvar vidas.
Desde algunas instituciones se cuestiona la misma existencia de los bomberos, su titularidad y su necesidad. En esta discusión banal se pasa el tiempo, se pierden vidas y los bienes de algunas personas, se destruyen los ecosistemas y se daña el bienestar de la llamada aldea global.
Puede ser que la culpa la tengamos los propios bomberos. No hemos sido capaces de llegar a la sociedad con nuestro trabajo y nuestras necesidades. ¡Cómo ya no hay fuego! dicen algunos, ¿para qué los bomberos?
El trabajo de los bomberos no se reduce sólo a apagar incendios; en rescatar a personas accidentadas, también hacemos otras tareas:
prevención, que se traduce en que las intervenciones sean cada vez con menos riesgo; formación que implica que el ciudadano se encuentre con más posibilidades de acertar en su autoprotección; y, en tercer lugar, investigación, que lleva a que las nuevas tecnologías se incorporen al trabajo del bombero y a la resolución de los problemas que acontecen.
Otra de las grandes diatribas sobre los bomberos es su coste, que se valora alto y se cuestiona el mismo en base a estadísticas puramente cuantitativas. Estos mismos críticos no dudan en quemar en diez minutos cinco millones de pesentas en pólvora o varias decenas de millones en seis días de ferias. La partida económica dedicada a la seguridad se cuantifica en 80 pesetas, que es lo que vale un velón a Santa Rita y en la suerte. Otros fundamentan sus servicios de emergencia exclusivamente en el voluntariado, que es mal empleado y suplanta en su totalidad a los servicios profesionales y permanentes de emergencias, produciendo roces innecesarios.
Desde aquí, esta Asociación quiere elevar un sirenazo a la cordura y al sentido común. Los BOMBEROS son cada vez más necesarios en una ciudad altamente tecnificada y en un mundo que se encuentra en constante cambio. Y si alguién no se lo cree que mire al exterior.
¡Estamos preparados!
Pedro P. Martinez Toledano
Vicepresidente de ASELF