Estimados socios y lectores, compañeros y amigos:
Como siempre el número de esta revista queda a caballo entre el final del verano y las fiestas navideñas, es decir, huele todavía a bosque quemado y empieza a saber a turrón. Así que, casi por este orden, me veo obligado a comenzar.
Con respecto al verano, o mejor dicho a la “campaña forestal” –como muchos de nosotros decimos–, desgraciadamente nada nuevo. Las pérdidas humanas son siempre dolorosas pero en esta ocasión ponen de relieve lo dura que ha sido la batalla. Incendios que han castigado amplias zonas (y no sólo de bosques) y que han afectado al conjunto de la península Ibérica (lo que incluye también a nuestros vecinos).
Ante esta situación uno empieza a preguntarse qué es lo que genera estas graves situaciones. Si esto es consecuencia de la manida crisis económica o si lo anterior es un hecho coyuntural que lo único que hace es poner de manifiesto y evidenciar las carencias, la falta de visión estratégica y la mala gestión, en definitiva, la crisis que presenta el propio diseño del sistema en su conjunto.
Creo no equivocarme si digo que los que llevamos ya una serie de años en esto intuimos, cuando no afirmamos con datos ciertos, que una cosa y la otra van estrechamente de la mano pero que, desde luego, los modelos que se han ido estableciendo no ayudan demasiado.
La complejidad y dispersión competencial son un hecho que sólo dificulta la coordinación, genera estructuras y situaciones confusas, tensas y complejas –incluso desde el punto de vista de la responsabilidad–, distraen recursos en organizaciones administrativas paralelas restando capacidad a la parte operativa y perdiendo la posibilidad de aplicar criterios comunes, consistentes y coherentes que aprovechen la totalidad de los medios existente, las economías de escalas, que alineen los esfuerzos de unos y de otros y que, en definitiva, den el servicio que el ciudadano merece y paga.
De hecho, en este contexto y como tenemos muy claro los que formamos parte de esta Asociación, la falta de recursos, de estructuras, de estrategias y de criterios en muchos ámbitos dan un mayor sentido, si cabe, a las actividades de ASELF ya que nuestra vocación de servicio –cuyo exponente es la declaración de “Utilidad Pública” que tenemos– nos hace conscientes de que somos referente, punto de encuentro y motor de iniciativas y cambio.
Según me proponía al principio de este escrito, mi compromiso era acabar por el turrón –lo que además deja teóricamente mejor sabor de boca–, lo que pasa es que a estas alturas algunos trozos son duros. Y ese es parte del balance de estos complicados y difíciles meses, que lo están siendo para mucha gente, y que sin lugar a dudas repercute también en la propia Asociación y en las personas que están a nuestro alrededor.
No obstante, mientras que el conjunto del colectivo apoye las actividades de ASELF, las entienda, las comparta y participe, la Asociación tendrá vida y opciones de continuidad. Y en eso estamos como podréis comprobar en las páginas de nuestra querida revista FUEGO.
Esperemos que todos los proyectos que tenemos en marcha y los que podamos empezar puedan ser acometidos con la ilusión que merecen, es más, si cada actividad suma cada vez más apoyos y gente comprometida, el valor del resultado será exponencial.
Pablo Gárriz Galván
Presidente